“… cuando vine a Mèxico tropezaba mucho con un anuncio que decía: no escriba, telegrafíe, que yo interpreté al pie de la letra y quizá, habiéndolo tomado demasiado en serio, sea de donde procede mi tendencia a escribir con brevedad, o por lo menos frases breves.

Pero volviendo a mi problema y al primer anuncio. Continúo siendo más lector que escritor y la verdad es que comprendo muy bien el placer de la lectura, pero todavía no alcanzo a ver claro el que pueda derivarse de escribir.”

Augusto Monterroso

En una excelente entrada en sus Apuntes del Subsuelo, Nihilsum nos cuenta la anécdota que acaba de vivir en una de las conferencias organizadas por el movimiento WC3 en Madrid y nos recuerda la importancia de diseñar las páginas web propiciando el acceso al mayor número de personas posible.

Como dice John Allsopp quizás la gran promesa de la Web, todavía lejos de ser realizada, es la accesibilidad a la información, sin importar las dificultades. En el futuro debería ser una exigencia legal que las páginas Web permitan el acceso universal, de igual manera que las normas de edificación en el mundo exigen la accesibilidad de los edificios.

Son muchas las instituciones de enseñanza y especialmente las de educación superior que parecen ignorar la importancia de los estándares en sus cursos sobre de informática y diseño. Las Universidadesd Públicas tienen aquí una responsabilidad muy grande. Se piensa demasiado en la estética y muy poco en la pluralidad de los usuarios de la red.

Construir un Internet que incluya a todos es una tarea urgente y fundamental. Porque la tendencia es a construir la red ignorando (como dice Lourdes González Perea) a las personas ciegas, las sordas, las que tienen deficiencias motrices, los ancianos, los disminuídos psíquicos, los que no tienen el poder adquisitivo para comprarse los dispositivos más novedosos.

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Hace unos días terminé de leer Basura. Me gustó mucho la armazón fragmentada de su trama donde dos personajes escriben, desde el fantasma de la mediocridad y de sus precariedades más íntimas. La novela es una especie de inventario de las dualidades pasión/rechazo, frustración/amor que estos dos personajes sienten por las palabras y la literatura.

Así el autor consigue una especie de calidoscopio no solo de varios puntos de vista sino tambien de múltiples miradas fragmentadas y desgarradoras sobre el mundo de quienes se dedican al intelecto y al arte. Me gusta mucho el discurrir de ciertas pasajes lúdicos aparejado con otros más sarcásticos aunque casi siempre compasivos. Abad Faciolince parece coincidir por ratos con lo que Truffaut identificaba como una concepción buñueliana del mundo según la cual “la gente es estúpida pero la vida es divertida”.
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A veces nos agitamos con la actualidad, leemos cinco periódicos diarios y navegamos largas horas por Internet queriendo manternos al día. El huracán de información parece devastarnos y no siempre convoca la reflexión pausada.

¿Cómo lograr un cierto equilibrio? Pienso que en mi caso yo lo conseguiría en el momento en que lograra balancear el tiempo que empleo leyendo con el tiempo de la escritura. La idea es auscultar el presente buscando resonancias.

Lo que sucede a veces es que la reflexión propia tiende a diluirse porque escribir exige mucho más esfuerzo que leer.

Cerrar entonces las puertas a los huracanes y mantener abiertas los postigos al viento que refresca.

Tal como lo había anunciado doña Lucy Nieto, Bush resultó reelecto. Esta ha sido una semana de luto para quienes deseamos un mundo distinto. Un planeta más amable, donde predominen valores como la solidaridad, el desarme y el respeto por el otro.

La derrota de un Kerry que despertaba muy poco entusiasmo pero que abría un margen de esperanza, confirma que lo único que nos queda es el pesimismo de la inteligencia acoplado a un optimismo de la voluntad. Si bien a nivel macro todo tiende a empeorar, no podemos quedarnos quietos o callados. Algo podremos seguir haciendo a niveles más pequeños.