Por una paz más activa que todas las guerras
Jueves, Junio 30th, 2005Llevo ya varios días reaccionando, más que reflexionando, en torno a la realidad social y política de Colombia. Lo hago con la intención de consignar y compartir esta experiencia de estar aquí e ir siguiendo a diario los periódicos y las conversaciones: con el taxista reflexivo, con Juan Guillermo mi amigo entrañable y asesor de empresas, con la “muchacha del servicio” y con mis colegas universitarios, sobre las cosas que sucenden en este país complejo, injusto, entrañable y profundamente humano.
Hoy toca contarles mi experiencia de anoche; en un barrio común y corriente de clase media, en un pequeño bulevar al pié de algunos bares: 6.30 p. m. Sentados en el suelo, bajo la oscuridad de un cielo sin nubes y alrededor de una tarima con megáfonos y múltiples reflectores, se agrupan unos 900 espectadores jóvenes. Los circundan de pié o sentados en muros y bancas, una multitud de personas mayores. Hay incluso familias con niños pequeños.
¿Y qué los congrega? ¿Qué los convoca aquí a esta hora cuando todos debieron haberse ido para sus casas después de una jornada dura de trabajo o estudio? ¿Un concierto de rock? ¿Una misa al aire libre? ¿La rifa de un Ferrari?
En la tarima alrededor de una mesa, enamorados de la multitud y atentos como niños, seis personas. ¿Serán conferenciantes, propagandistas o políticos? Uno a uno se levanta y lee para todos: la bella mujer 40 años tailandesa; un portugués mucho mayor que ella, alto y de pelo cano; una mexicana luciendo, como un penacho, su afro deslumbrante; un encorbatado señor coreano y una joven indígena de la etnia Emberá de Colombia. Los seis recitan sus poesías; en sus propios idiomas y con la ayuda de algunos traductores. Participan por primera vez en un evento anual que se viene organizando desde hace 15 años en Medellin: El festival Internacional de Poesía.
Las horas pasan y la multitud escucha atenta y sin moverse, los aplausos son muchos y espontáneos como si con las palmas los que escuchan quisieran abrazar a los que leen. El momento es mágico, hay instantes cargados de emoción y las palabras resuenan cadenciosas en los balcones de los apartamentos vecinos.
En la ciudad feroz que sólo resalta en los medios comunicación y en las noticias por su trágica cuota de violencia y de muerte, miles de seres enamorados de la vida se congregan durante nueve días alrededor de 80 poetas de 52 naciones, para absorber de sus apasionadas voces, la cuota enamorada de esperanza, de afirmación vital y de paciencia, que tanto necesitan.
(Los nombres de los poetas que me tocó escuchar en esta ocasión: Chiranau Pitpreecha, Casimiro de Brito, María Baranda, Shin Kyong-Rim y Gladis Yagarí). Más información sobre el Festival aquí. Una Crónica del Festival escrita por el argentino Clemente Padin. La programación completa que incluye 85 recitales aquí con los nombres de todos los poetas invitados.